Qué ver en las Azores
Estas islas, aunque son pequeñas, tienen una enorme cantidad de lugares de interés para los turistas de todo tipo y condición.
Turistas activos
En las Azores se puede practicar eso que se llama turismo activo, o sea, que uno puede hacer de sus vacaciones un no parar: practicar senderismo, montañismo, jugar al golf, montar a caballo o en bici, volar en parapente o ala delta… Los empresarios del turismo azoreño saben muy bien cómo agradar a sus visitantes.
Sin gastar un euro, existen muchos caminos para recorrer, bien señalizados, y de los que apetece disfrutar con calma para maravillarse con la naturaleza espectacular de las Azores.
Un atractivo único es ir a la montaña más alta, en la isla de Pico, un volcán de 2.352 metros de altura, con la forma que da nombre al lugar, y al que no se puede subir cuando uno quiera, sino con buenas condiciones climáticas, un guía experto, cierta forma física y unas diez horas libres.
Otra posibilidad es acercarse a pie hasta algunos faros en zonas escarpadas, que es una actividad con vistas al mar muy apropiada para turistas marchosos.
Turistas cansados
Las típicas vacaciones de no dar un palo al agua, comer bien, tumbarse en la hamaca… son posibles en las Azores. La mayoría de las localidades tienen sus zonas de baño y existen también piscinas naturales formadas en el litoral de lava y debidamente acondicionadas para que turistas y locales no corran ningún riesgo. También se puede disfrutar del agua en los balnearios y áreas termales, con temperaturas que van desde lo agradable al escaldamiento (en estas islas volcánicas pueden alcanzar 99º C).
Las Azores están bien preparadas para satisfacer a los turistas en materia gastronómica y sus vinos son extraordinarios, así que no es buena idea hacer dieta en estas islas.
Turistas culturetas
No todo es naturaleza en las Azores. Aunque solo llevan cinco siglos habitadas por humanos, tienen un buen patrimonio. Quizá por estar tan a trasmano de la tierra firme no se han contagiado de nuestra costumbre de usar y tirar, y por eso conservan tantos lugares de interés histórico.
La capital de la isla de Terceira es Patrimonio Mundial declarado por la UNESCO, Angra de Heroísmo tiene fortificaciones y murallas del siglo XVI. Da gusto pasear por sus calles empedradas, entre casas de fachadas repintadas y balcones historiados. No hay que perderse su museo.
Los azorianos son muy religiosos. Como ocurre en España, cada pequeño pueblo tiene su gran iglesia, que suele estar siempre abierta y con entrada libre. La más antigua es del siglo XV. Esta gente es muy devota del Espíritu Santo, a quien dedica unas capillas muy coloridas por todas partes, que llaman impèrios, de pequeño tamaño, aunque suficiente para un espíritu. En su honor, organizan fiestas religiosas multitudinarias que empiezan con fervor y acaban con resaca.
Turistas que hacen a todo
Las Azores lo tienen todo para el turismo de aventura, sostenible, rural, cultural, gastronómico y de dolce far niente. Incluso en el incomprensible caso de que a uno le guste correr delante de un toro, tendrá numerosas oportunidades de derrochar adrenalina en las touradas que se montan un día sí y otro también.
Una de las actividades que más turistas atrae es el avistamiento de cetáceos. En los meses que toca es muy normal verlos por aquí, pero como un cetáceo es un prodigio de la naturaleza, su visión se celebra como si se tratara de apariciones divinas.
Todo es fabuloso en estas islas y sus alrededores marinos, en su superficie y hasta en sus profundidades, con increíbles e interminables cuevas de lava.
Sea cual sea la orientación del visitante, se garantiza el disfrute. Porque en las Azores es posible el asombro y aún cabe la esperanza.