Armenia para todos los gustos

Es un país que no defrauda a ningún viajero, en Armenia todo es atractivo.

Los viajeros menos dados al turismo llamado “cultural” tienen otros muchos atractivos, como la degustación de su brandy, que los entendidos califican de extraordinario, y a un precio baratísimo.

Hay una formidable gastronomía, con una cocina que modernamente se llamaría de fusión entre la mediterránea, la oriental y la caucásica, con ricos quesos y yogures, exóticas especias, verduras y hortalizas, albaricoques secos (que ellos llaman “la fruta armenia”), barbacoas de cordero, pollo, ternera o pescado (de río o criadero)… y el pan nacional, el lavash, una fina hoja que puede alcanzar hasta un metro de largo, exquisita.

Elaboración de lavash, el delicioso pan armenio

Viajar por el país contemplando sus paisajes es ya aliciente más que sobrado. Predominan las altísimas montañas, el color verde y los ríos rápidos. También hay zonas de estepa, pero abundan los valles fértiles donde cultivan todo tipo de productos agrícolas, excepto cítricos. Tienen minas de cobre, hierro, plata y algo de oro. Su clima es continental: bastante frío en invierno (con una temperatura media de 0 º C) y caluroso en sus cortos veranos. El paisaje armenio es muy variado, máxime teniendo en cuenta su pequeña extensión, similar a la de Galicia.

 

La capital, Ereván, es una ciudad moderna, con plazas espaciosas, grandes avenidas y comercios lujosos, nada que recuerde ya a cuando Armenia formaba parte de la URSS. Hay agradables cafés, terrazas espaciosas y lujosas donde degustar sus marcas de cerveza local y buenos restaurantes ¡donde aún está permitido fumar! Tan solo un puñado de monumentos tienen el inconfundible sello comunista, pesado, mazacote, gris.

Cuando se viaja por el país se observa un mundo tranquilo, salpicado con vacas, explotaciones agrícolas, pequeños pueblos y, de vez en cuando, aquí y allá, alguna industria abandonada que nadie se ha ocupado de desmantelar tras el desmoronamiento de la Unión Soviética, lo que pone un toque inquietante al decorado.

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